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Si nos referimos a la función del té como herramienta
social, el té se ofrece, se regala, al té se invita, en definitiva; el té se
comparte. Pero no sólo eso, el té se puede tomar en soledad, a solas con uno
mismo y entablando una conversación
interior que nos puede brindar la ocasión perfecta para conectar, o reconectar,
con nuestro yo interno, tan a menudo olvidado, y conocernos a nosotros mismos,
con lo bueno y malo que conlleva el asunto, claro.
Dentro del budismo se considera que el té ayuda a cultivar
el cuerpo y la mente, tanto por los los beneficios físicos que aporta como por
ser una bebida que facilita la iluminación y el autoconocimiento, aumenta
nuestra concentración, aleja la apatía, la somnolencia y elimina el cansancio
acumulado a lo largo del día.
Esta relación entre meditación y té va más allá, toda la
historia del té ha estado siempre ligada a cierto
aura de misticismo y leyenda
unida tanto al budismo como a la filosofía zen.
A la mayoría de nosotros, seamos sinceros, hasta nos cuesta
estar a solas, porque no sólo tenemos la tele, el celu o la radio para hacernos
compañía, hoy las redes sociales hacen que el intentar pasar un rato en soledad
esté considerado casi deporte de riesgo.
La soledad se ve como algo insano, tenemos
que compartir con medio mundo, y a través de varias redes, nuestro estado de
ánimo, nuestros pensamientos, no digamos ya nuestras vacaciones, o simplemente
el té o café de la mañana. Hay algo intangible dentro de nosotros que poco a poco, y entre foto y
foto se va haciendo más pequeño, y puede incluso llegar a desaparecer.
Quizá un té, preparado con calma, y tomado con más calma
aún, sin fotos, sin móvil, y sin avisar a nadie de lo que estás haciendo, sea
un buen momento para no hacer nada, para disfrutar de lo que hacés, de lo que
hueles y de lo que saboreas, para mirar por la ventana o a la pared y dejarse
ir, pensar, y hablar con uno mismo, en silencio o en alto, pero hablar. Puede
que esa sea la magia que los monjes budistas vieron en el té; una invitación a
conectar con nosotros mismos.-
Ing. María Isabel Aquino
Terapeuta Vibracional del Té